El Invierno es una estación
triste. Las personas se cubren de ropa para conservar el calor corporal, tanto
que acaban ocultando su propia identidad. El viento mece las hojas que mudaron
los árboles en Otoño, con un vaivén de tinte nostálgico. La escarcha arropa a
la leña recogida para que no pase frío al amanecer, como mi madre me hacía de
pequeño cuando se levantaba para trabajar. El mar es gris, sólo porque el cielo
también lo es. Y ahí arriba alguien llora…
Pero qué fácil es pasar el
invierno junto a la persona que quieres. La palabra “hibernar” comienza a tener
sentido en los seres humanos. Ahí fuera hace mucho frío, pero bajo esa manta,
junto a esa chimenea y en esa casa, la temperatura no la marca un termómetro,
sino la fricción de dos almas al fusionarse. Magia.
Siempre he querido hibernar en
invierno. Escapar de la ciudad contigo e irnos a una casita alejada de la
civilización, donde nuestra libertad la determinen los metros de nieve que
cubran la puerta. De equipaje chucherías rojas y Ferrero Rocher, algunas
películas, vino tinto y el corazón cargado de ilusiones y sentimientos. No hace
falta nada más.
Hibernar con alguien significa
querer, significa proteger, respetar el espacio vital de la otra persona
haciendo suyo el tuyo propio. Significa compartir lo más valioso que tenemos,
nuestro tiempo. Es un regalo.
Este invierno hazle un regalo a
la persona que más quieres. Hibernad. Regálale tu invierno, el equipaje
esencial lo tenéis dentro de vosotros. Escapaos y sed felices el uno con el
otro, porque es lo único que necesitáis. Qué más da quién llore ahí arriba si
aquí abajo esa persona está frente a ti, sonriendo. Quién dijo que el invierno
era una estación triste. Seguro que alguien que nunca hibernó con la persona
que más quiso. Seguro que alguien que nunca contempló esa sonrisa…
Cielo, sonríe, porque así tu mar
sonreirá, en Invierno, también.
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